Capítulo 50. Esperanza

-Pero… Mariana…yo- empezó a balbucear María Antonia viendo la actitud intransigente de la muchacha. -Señora, de verdad, yo la perdono de todo corazón, a pesar de todo lo que usted me hizo, le aseguro que no tengo ningún rencor en mi corazón en contra de usted. Pero a pesar de ese vínculo de sangre del que ninguna de las dos sabía hasta hace poco, no hay nada que nos una. Me alegra muchísimo que se haya arrepentido de sus acciones y que intente recuperar a Jerôme y ayudar a Ariadne, pero no me cuente entre sus propósitos personales, porque no … Continúa leyendo Capítulo 50. Esperanza

Capítulo 49. Contacto

-Por supuesto, señora, pase- dijo Mariana con toda amabilidad intentando incorporarse en su cama de convaleciente. -Gracias… eh, Jerónimo- dijo ella volteando un momento a ver a su esposo. -¿Estás segura de que quieres hacer esto sola?- preguntó Jerónimo en un susurro casi inaudible. María Antonia respondió asintiendo con la cabeza. Su marido le dio un beso en la mejilla y le sonrió por una fracción de segundo a Mariana antes de salir por la puerta. -¿Me puedo sentar?- preguntó María Antonia, que llevaba el cabello recogido en un moño sencillo y con un sastre simple de color blanco hueso … Continúa leyendo Capítulo 49. Contacto

Capítulo 48. Redención.

A las ocho de la mañana del miércoles, veintitrés de octubre de dos mil catorce, Jerónimo Saint-Clair tenía toda la situación bajo control. En una extensa conversación que tuvo con el presidente de la república, vía telefónica, desde las seis de la mañana, se aseguró que ni por error se levantaran cargos en contra de él, o de María Antonia. Luego contrató a un experto, antiguo miembro del escuadrón antisecuestros de la policía que se encargara del asunto de la intercepción telefónica en su casa, en caso de que a los secuestradores se les ocurriera pedir dinero, comunicándose a cualquier … Continúa leyendo Capítulo 48. Redención.

Capítulo 47. Infame

Marcos Ramírez, ese era el nombre con que el que él se había presentado aquella tarde lluviosa ante Ariadne Saint-Clair, en el centro comercial del Portal de la 80, para entregarle los resultados de la investigación sobre Santiago Dajach, por supuesto, aquél no era su nombre verdadero. El trabajo había sido sencillo, para él, que había tenido la capacidad y la oportunidad de irrumpir en los sistemas informáticos más seguros del mundo, en una época en la que la Interpol aún no lo había fichado. Hubiese sido otro trabajo más, dinero fácil, otro más del montón para sobrevivir en el … Continúa leyendo Capítulo 47. Infame

Capítulo 46. Cadáver

Eran las dos de la madrugada, cuando un juez de garantías, despertado a las volandas por las autoridades de Colombia y Estados Unidos, legalizó la captura de Ariadne Saint-Clair. Dos fornidos agentes, que estaban de guardia en el Comando de Policía de Chía, la esposaron, le leyeron sus derechos y la metieron con cuidado a la patrulla que salió sin ninguna discreción. Era el fin. Luego del interrogatorio y el enfrentamiento que siguió a la revelación de las pruebas, Ariadne se había cerrado por completo. No respondió a las palabras de apoyo de sus padres, ni a las miradas de … Continúa leyendo Capítulo 46. Cadáver

Capítulo 45. Evidencias

Santiago terminó de leer la carta y la cerró, mientras todos los presentes en el recibidor principal de la Fortaleza Rota permanecían en silencio. María Antonia fue la primera que reaccionó. -Me… ¿me permites leer esa carta, por favor?- dijo la mujer que parecía haber perdido toda su altivez y en orgullo de un sólo golpe. No bien puso los ojos sobre el documento, se llevó la mano libre a la boca. No pudo contener el llanto. Liesel tomó la carta de inmediato. -Es la letra y la firma de mi mamá-dijo. -¡No lo puedo creer! ¡Dios mio! ¿Qué está … Continúa leyendo Capítulo 45. Evidencias

Capítulo 44. Confesión

Bogotá, Colombia 16 de Marzo de 2014 SEÑOR: OSCAR ARTURO DAJACH ARRIETA. Cordial Saludo: Primero que todo, perdóname por usar tu verdadero nombre en esta carta, pero es que ya estoy cansada de tantas y tantas mentiras. Han pasado veinticinco años desde aquella tarde nefasta en el mausoleo de la vieja Ana Joaquina, y sólo hasta ahora que la muerte parece estar decidida a darme el golpe final, me siento con la suficiente valentía para mandar todo el orgullo y toda la vanidad a la mierda y ajustar mis cuentas con Dios, corrigiendo todos los errores que cometí en el … Continúa leyendo Capítulo 44. Confesión

Capítulo 43. Frío

Jerónimo Saint-Clair llegó a La Fortaleza Rota pasadas las diez de la noche. La lluvia tenaz que se había prolongado durante toda la noche empezaba a ceder, pero a medida que disminuía la intensidad de la tormenta, más baja se tornaba la temperatura. Jerónimo estaba tan afectado con el frío que no se percató de la camioneta que estaba estacionado a un costado del jardín. Acostumbrado como estaba a que los empleados le abrieran la puerta, cuando llegaba a casa más temprano, tardó casi un minuto de frío intenso bajo la lluvia en encontrar las llaves de su casa en … Continúa leyendo Capítulo 43. Frío

Capítulo 41. Muerte

“La Duquesa, había acompañado la cena, como todas las noche, con vino exquisito, traído por encargo desde Francia ¿Puedes creerlo? Y justo cuando terminó la primera copa, Maurice tomó la palabra. Con la peor frialdad del mundo le confesó que la copa de vino que había tomado estaba envenenada. La Duquesa, que en efecto se había empezado a sentir mal, sólo le preguntó ‘¿Por qué?’. Maurice, sólo le contestó, que ese era el destino que sufrían todas las zorras. Le dijo que no se iría a Europa a sufrir el rechazo de la elite cortesana por ser hijo de una … Continúa leyendo Capítulo 41. Muerte

Capítulo 40. Pecados

En casi veinticinco años que tenía trabajando en Bogotá, Cándida Arango había aprendido a identificar los días de tormenta. Empezaban así, como aquel día, despejado, brillante y soleado, como si las nubes quisiera tomarse unas vacaciones y de paso le dieran permiso al sol de tocar el verde intenso de los pastos de la sabana. Pero tal y como Cándida, y muchos otros viejos habitantes de la ciudad lo predijeron sin decirlo, aquél clima de ensueño era sólo el preludio de la más terrible de las tormentas. Encerrada con llave en el cuarto de la difunta Margarita Pérez, observando fijamente … Continúa leyendo Capítulo 40. Pecados